Una mujer, madre y petisa, disminuida por el paso de la
vida, cruza la calle junto a su hijo, hombre y pequeño que arrastra una escoba
en su mano derecha y una bolsa atada que ase a su mano izquierda. Ambos se
alejan con todo el peso del infortunio sobre sus espaldas, pero con la frente
tan alta como su dignidad les permite en una ciudad que arrastra, disminuye y
aleja con cruel paciencia todo vestigio de vocación de vida acorralada en los
límites de la maldad.
La cátedra